jueves, 25 de abril de 2013

"Mi vivencia Personal"


“Vivencia personal”

Un día que nunca olvidare, fue el día en que mi mamá me dijo: “Edith prepárate, porque iremos con el director de tu nueva escuela primaria”, yo no entendía muy bien el significado de eso, si estábamos disfrutando de los días de vacaciones. Había llegado el momento de regresar a la escuela, pero no a la que yo conocía, sino a otro lugar inmenso el cual me provoco nerviosismo.
                Mi madre consideraba que ya estaba apta para entrar a la “nueva” escuela, apenas había cumplido los 5 años y su intención era meterme como alumna “oyente”. La plática con el director fue positiva y me admitió en primer grado, al escucharlo sentí una incertidumbre por experimentar un lugar diferente, en ese instante vinieron a mi mente muchas interrogantes sobre  ¿me gustará la primaria?, ¿haría amigos nuevos?, ¿cómo será mi maestra?, en fin solo podría disiparlas cuando llegara el primer día de clases.
                La escuela a la cual asistí durante los años de 1986 a 1991 se llama “Club 20-30” en el turno vespertino, era inmenso el lugar, contaba con todos los grados y tenía buenas referencias por su buen personal trabajador y con ganas de sacar adelante a sus alumnos.
Llego por fin el primer día de clases, el día que también  marcó mi grata experiencia en la escuela, porque me recibió una maestra muy alta, delgada pero muy joven, que desde el principio se portó muy amable y se veía muy paciente. Su nombre: Mireya Perales, la cual en el transcurso de las clases explicaba de tal manera que no se me hacía complejo entenderle, nos trataba bien a todos y su paciencia facilitaba mi aprendizaje. Recuerdo el primer grado como nos enseñó muchas canciones, me enseñó a leer, a escribir en matemáticas las sumas, restas, etc.  Y así como era de agradable, también cuando nos portábamos mal todos o algunos de los compañeros no dudaba en llamarnos la atención.
En lo personal me gustó mucho como nos dio clases, cuando era temporada de exámenes nos pedía que estudiáramos y repasaba con nosotros en clase. Siempre cada mañana al iniciar el día nos leía algún cuento u otro tipo de texto y luego nos preguntaba, participaba mucho y se me facilito aprender por su forma de enseñar. Considero que de ahí nació mi interés desde primer grado de ser maestra, había algo en ella que me inspiraba; al jugar en casa recuerdo que la imitaba y hacia lo que nos pidiera con tal de agradarle.
La maestra Mireya a la hora del recreo era común que platicara con los compañeros y estaba al tanto de lo que hacíamos, era muy trabajadora, le gustaba que todos le hiciéramos caso, era exigente cuando así se requería y accesible cuando la necesitábamos.
Fue muy bueno su trabajo durante el primer grado porque las madres de familia se dieron cuenta que todos los alumnos salieron leyendo a excepción de 2 compañeros, siempre nos tenía trabajando, jugaba con nosotros cuando se requería y mantenía muy buena comunicación con las madres y con los alumnos, yo escuchaba de mi madre decir que estaba muy contenta con el trabajo hecho y que se organizarían ella y otras madres de familia para solicitar al director  que el próximo ciclo nos impartiera clases de nuevo. Esa situación me puso muy contenta.
                En segundo grado mi alegría fue mayor porque vi, que de nuevo la maestra Mireya seguiría dándonos clases. Mi  mayor satisfacción es haber tenido la misma maestra ¡durante los 6 años de primaria! ¿Pueden creer esa situación? No es muy común que algún compañero haya tenido la dicha de tener a la misma persona frente a grupo durante tanto tiempo, pero era tan grande el cariño de las madres, de mis compañeros y mío que cada año solicitaron lo mismo y el director que era el Prof. Manuel Rubio apoyó en facilitarnos a una excelente docente.
                Debido a esa experiencia de haber tenido a mi maestra durante toda mi estancia en la primaria y su forma de trabajo considero que fomentó esa inspiración de ser como ella, dedicada, trabajadora, comprensiva, juguetona, exigente, etc. Siempre me repetía: “yo quiero ser maestra”, como mi maestra “Mireya”. Aprendí tanto de ella que agradezco el esfuerzo puesto en mí y mis compañeros; espero que algún día sepa que dejo huella en una de sus alumnas, tanto que siguió su ejemplo con mucho cariño.