“Vivencia personal”
Un día que nunca olvidare, fue el día
en que mi mamá me dijo: “Edith prepárate, porque iremos con el director de tu
nueva escuela primaria”, yo no entendía muy bien el significado de eso, si
estábamos disfrutando de los días de vacaciones. Había llegado el momento de
regresar a la escuela, pero no a la que yo conocía, sino a otro lugar inmenso
el cual me provoco nerviosismo.
Mi madre consideraba que ya estaba
apta para entrar a la “nueva” escuela, apenas había cumplido los 5 años y su
intención era meterme como alumna “oyente”. La plática con el director fue
positiva y me admitió en primer grado, al escucharlo sentí una incertidumbre
por experimentar un lugar diferente, en ese instante vinieron a mi mente muchas
interrogantes sobre ¿me gustará la
primaria?, ¿haría amigos nuevos?, ¿cómo será mi maestra?, en fin solo podría
disiparlas cuando llegara el primer día de clases.
La escuela
a la cual asistí durante los años de 1986 a 1991 se llama “Club 20-30” en el
turno vespertino, era inmenso el lugar, contaba con todos los grados y tenía
buenas referencias por su buen personal trabajador y con ganas de sacar
adelante a sus alumnos.
Llego por fin el primer día de
clases, el día que también marcó mi
grata experiencia en la escuela, porque me recibió una maestra muy alta,
delgada pero muy joven, que desde el principio se portó muy amable y se veía
muy paciente. Su nombre: Mireya Perales, la cual en el transcurso de las clases
explicaba de tal manera que no se me hacía complejo entenderle, nos trataba
bien a todos y su paciencia facilitaba mi aprendizaje. Recuerdo el primer grado
como nos enseñó muchas canciones, me enseñó a leer, a escribir en matemáticas
las sumas, restas, etc. Y así como era
de agradable, también cuando nos portábamos mal todos o algunos de los
compañeros no dudaba en llamarnos la atención.
En lo personal me gustó mucho como
nos dio clases, cuando era temporada de exámenes nos pedía que estudiáramos y
repasaba con nosotros en clase. Siempre cada mañana al iniciar el día nos leía
algún cuento u otro tipo de texto y luego nos preguntaba, participaba mucho y
se me facilito aprender por su forma de enseñar. Considero que de ahí nació mi
interés desde primer grado de ser maestra, había algo en ella que me inspiraba;
al jugar en casa recuerdo que la imitaba y hacia lo que nos pidiera con tal de
agradarle.
La maestra Mireya a la hora del
recreo era común que platicara con los compañeros y estaba al tanto de lo que
hacíamos, era muy trabajadora, le gustaba que todos le hiciéramos caso, era
exigente cuando así se requería y accesible cuando la necesitábamos.
Fue muy bueno su trabajo durante el
primer grado porque las madres de familia se dieron cuenta que todos los
alumnos salieron leyendo a excepción de 2 compañeros, siempre nos tenía
trabajando, jugaba con nosotros cuando se requería y mantenía muy buena
comunicación con las madres y con los alumnos, yo escuchaba de mi madre decir
que estaba muy contenta con el trabajo hecho y que se organizarían ella y otras
madres de familia para solicitar al director
que el próximo ciclo nos impartiera clases de nuevo. Esa situación me
puso muy contenta.
En
segundo grado mi alegría fue mayor porque vi, que de nuevo la maestra Mireya
seguiría dándonos clases. Mi mayor
satisfacción es haber tenido la misma maestra ¡durante los 6 años de primaria! ¿Pueden
creer esa situación? No es muy común que algún compañero haya tenido la dicha
de tener a la misma persona frente a grupo durante tanto tiempo, pero era tan
grande el cariño de las madres, de mis compañeros y mío que cada año
solicitaron lo mismo y el director que era el Prof. Manuel Rubio apoyó en
facilitarnos a una excelente docente.
Debido
a esa experiencia de haber tenido a mi maestra durante toda mi estancia en la
primaria y su forma de trabajo considero que fomentó esa inspiración de ser
como ella, dedicada, trabajadora, comprensiva, juguetona, exigente, etc.
Siempre me repetía: “yo quiero ser maestra”, como mi maestra “Mireya”. Aprendí
tanto de ella que agradezco el esfuerzo puesto en mí y mis compañeros; espero
que algún día sepa que dejo huella en una de sus alumnas, tanto que siguió su
ejemplo con mucho cariño.